El reto de Acapulco
Hace mucho que el gobierno federal no hacía una apuesta tan clara y decidida por Acapulco. A través del programa “Acapulco se Transforma Contigo”, la inversión pública apunta con claridad hacia donde más se necesita: agua potable, limpieza urbana, modernización turística, espacios públicos, promoción y atención al visitante.
Muchos vemos con optimismo esta cruzada que encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum, a través de la Conagua, Fonatur, Sectur y Semar. Según lo anunciado, Conagua invertirá este año más de 1,800 millones de pesos para garantizar el derecho humano al agua, con obras fundamentales como el acueducto Papagayo II, la modernización de las plantas tratadoras de Renacimiento y Miramar, o el desazolve de ríos como el de La Sabana, que durante décadas han sido fuentes de inundaciones, contaminación y enfermedad.
Fonatur no solo ha asumido tareas de rescate en el polígono turístico, sino que ha comenzado a administrar espacios como el Club de Golf de Acapulco y ha desplegado brigadas de limpieza en más de 70 colonias.
Semar ha asumido la recuperación del Jardín del Puerto, junto al Malecón, con una inversión de 170 millones de pesos, donde ya ha iniciado la obra. Lo mismo ocurre en Puerto Marqués, donde se reconstruye el muelle para conectar la zona tradicional con nuevas rutas marítimas como parte del proyecto “MarinaBus”.
La Secretaría de Turismo ha hecho lo propio: tiene proyectado invertir 800 millones de pesos para reactivar la economía turística, ha lanzado campañas de promoción nacional como “Más Acapulco que Nunca” y ha organizado caravanas para atraer visitantes desde mercados estratégicos como la Ciudad de México y Puebla.
Sin embargo, si algo nos enseña la historia de Ixtapa-Zihuatanejo es que el éxito turístico no se alcanza únicamente con obras federales. Ixtapa fue anunciado como un Centro Integralmente Planeado por Fonatur desde los años setenta, pero su consolidación como destino turístico requirió del trabajo diario de sus gobiernos estatal y municipal, que han sabido mantener la limpieza, ordenar el transporte, contener la expansión irregular y cuidar el trazo urbano. Ahí está el gran reto de Acapulco.
Por ejemplo, se establecieron reglas claras para autobuses de vacacionistas, que son ubicados en un espacio de estacionamiento, lo cual no ocurre en Acapulco.
De igual manera, los vendedores que se ubicaban en la plaza del Paseo del Pescador fueron reubicados a unos metros, lo que mejoró la armonía del lugar al que acuden los visitantes.
Quien visite el tradicional puerto de Zihuatanejo podrá constatar el cuidado que tiene el gobierno municipal por conservar y mejorar los servicios. Esta medida hizo que lograran la distinción de Pueblo Mágico por parte de la Secretaría de Turismo federal.
En contraste, Acapulco arrastra problemas estructurales: basureros sobre la vía pública que se reproducen casi por todos lados, y una alta tolerancia a la invasión del espacio público por el comercio informal.
Mientras el gobierno federal limpia las playas con brigadas de Fonatur, el visitante se encuentra con autos destartalados, banquetas ocupadas por ambulantes y basura. No se puede aspirar a competir con destinos internacionales si el primer contacto del turista es con el desorden. El turismo es aspiracional: el visitante siempre aspira a algo más y mejor —más limpieza, más orden, mejor trato.
¿Por qué hay diferencias entre Acapulco y Zihuatanejo? Es una pregunta que solo pueden responder la gente y el gobierno municipal. Todos debemos hacer la tarea.
Para que Acapulco vuelva a brillar no bastará solo con dinero. Se requiere civismo, participación social y un sentido compartido de corresponsabilidad. No esperemos que todo lo resuelva el gobierno.
Que no se repita la historia de obras millonarias enterradas bajo el abandono.
El gobierno federal ha vuelto su mirada hacia nuestro Acapulco. Aprovechemos esta oportunidad para hacer del puerto más hermoso del mundo un destino resiliente, moderno y competitivo.
En política, como en la vida, no basta con sembrar. Hay que cuidar lo sembrado. Acapulco, la cuna de la hospitalidad, merece volver a brillar. Veremos.