El próximo año habrá elecciones para gobernador en Coahuila y Edomex, ambas gobernadas por el PRI desde 1929, año en que fue fundado este partido. Estos procesos electorales serán en los hechos, la antesala para la sucesión presidencial de 2024.
Provistos de una alta carga simbólica ante la debacle que vive el Revolucionario Institucional, estas elecciones pueden interpretarse como un requiem para el cada día más insostenible Alejandro “Alito” Moreno, quien ha perdido todo: las entidades que gobernaba su partido, su imagen de líder, el respeto de sus correligionarios, incluso se desvanece su aspiración por contender por la Presidencia de la República porque es ya francamente impresentable, luego de los escándalos en los que es protagonísta estelar.
El 4 de junio de 2023, los coahuilenses renovarán la gubernatura y el Congreso local, este último actualmente dominado por el PRI con 16 distritos locales, por cuatro de Morena, 3 del PAN, 1 del Verde y 1 de Unidad Democrática de Coahuila.
La elección del Estado de México es considerada la madre de todas las batallas. Una entidad que históricamente es un centro de poder, asiento de los grupos que han dominado la escena política en las últimas décadas. Perderlo para el PRI sería el último escalón en su descenso. Y aunque digan que el PRI no ha muerto, se podría decir: "aquí yace, moribundo”.
El Estado de México es el padrón más grande del país, de ahí que todos los partidos lo ven como el último obstáculo para llegar con banderas de triunfo al 2024.
Morena va tras el control del Edomex, ganarla equivale a gobernar a 17 millones de mexicanos, por lo que es un bastión estratégico para el 2024, y ganarla equivale prácticamente a la continuidad del lopezobradorismo.
Con un país partido en dos, con el norte libre pensador, un centro donde Claudia Scheimbaun no entregó buenas cuentas al perder el control político de la Ciudad de México, y un sur que vota bajo la lógica clientelar de los programas sociales, para Morena perder el Estado de México y la muy probable ratificación de su derrota en la CDMX en la elección concurrente, su oportunidad de repetir en el Palacio Nacional disminuiría.
A lo largo de 2023, se acumulará el desgaste por el ejercicio de gobierno de los estados gobernados por Morena, en particular Puebla, Tlaxcala, Veracruz y Guerrero. La ausencia de resultados cobra factura, y el escenario de crisis económica, inflación, inseguridad galopante y pandemia que vuelve, son factores que incidirán.
Algo que es innegable y reprochable, es el operativo de Estado en el que intervienen funcionarios federales (incluidos los titulares de la Guardia Nacional y de la Secretaría de Gobernación), burócratas de todos los niveles, gobernadores de Morena, y el propio presidente López Obrador. Es una intromisión inaceptable, y hoy la 4T incurre en lo que tanto criticó. Dicen que no son iguales, pero los hechos hablan más que mil palabras.
Atajar el esquema de elección de Estado, perseguirla, exhibirla, penalizarla, es sólo uno de los retos de las elecciones en Coahuila y Edomex; presentar propuestas, armar equipos electorales, definir a los mejores candidatos sin salir divididos, complementan la ruta en los próximos meses de los partidos políticos.
Mientras tanto, el 24 aguarda, y la oposición busca candidato presidenciable competitivo hasta debajo de las piedras.
Por último, el Estado de México es un ensayo de la elección presidencial, y la oposición debería hacer su primero experimento de ir en unidad total: PAN, PRI, MC y PRD con el mejor candidato; a Morena y al presidente AMLO lo que les conviene es una oposición que no se pone de acuerdo, para que cobre vigencia la máxima romana: divide et impera.