La determinación del Papa Francisco para reducir sanciones a los curas pederastas resulta contraria al derecho internacional público, en cuanto a la atención a las víctimas del delito y reparación del daño, pero peor aún atenta en contra de su propia doctrina, en demérito a la fortaleza de la institución que representa, declaró Victoriano Sánchez Carbajal, expresidente del Colegio de Abogados del Estado de Guerrero.
Su Santidad acaba de reducir discretamente las sanciones a los curas pederastas, aplicando su visión de una Iglesia misericordiosa, a los autores de uno de los delitos más graves del clero, lo cual ha sido cuestionado por las víctimas y los propios asesores pontificios.
El vocero vaticano Greg Burke declaró que el concepto de la misericordia del Papa Francisco se aplica “incluso a los culpables de crímenes atroces”, y anotó que los sacerdotes abusadores son suspendidos del ejercicio público de los oficios, pero no necesariamente regresados al estado laico.
“Cuando un líder muestra incongruencia con los principios básicos que rigen la institución que representa, en el caso del presidente de un país la Constitución Política de su Estado internacional, en el caso del Papa Francisco la misma Biblia, da muestra al mundo de un proceso de decadencia que aventura el riesgo de perder el rumbo de su propio fundamento de existencia”, externó Sánchez Carbajal.
Agregó que “la evolución que ha tenido dentro del derecho contemporáneo mundial la atención a las víctimas del delito, con la reparación del daño y castigo a los presuntos responsables, no puede ser un punto de exclusión de la Iglesia Católica moderna. Si bien en la doctrina se enseña, en el libro de San Mateo, Capítulo 18 versículos 21 y 22, el perdonar a aquél que te ofendió no solo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete, no debe pasar desapercibido que las víctimas del delito de pederastia no tienen parecer en esa determinación Papal”.
“Además de que la sentencia bíblica en San Mateo, Capítulo 18, versículos 5 y 6, es demasiado clara al señalar que a cualquiera que recibe en su nombre a un niño, a Jesús recibe y cualquiera que haga tropezar a alguno de esos pequeños, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar, entendiendo en ello el daño que los sacerdotes pederastas han hecho contra los niños, sirviendo además de referencia la expresión “generación de víboras, cómo pueden hablar lo bueno siendo malos”, continuó el jurista.
“Y si bien doctrinalmente la misericordia del creador es infinita, fue el mismo Papa Francisco quien le dió fecha de caducidad, al cerrar simbólicamente esas puertas a finales de 2016, siendo contradictoria su determinación. Por lo anterior, es necesario que cuando se conozca de algún caso de pederastia, cometido por algún integrante del clero, o de cualquier otra congregación pastoral, se denuncie de manera inmediata ante las autoridades civiles, exigiendo el acceso a la justicia como un derecho humano, sin dar pauta a descanso hasta obtener la sentencia condenatoria respectiva”, remarcó finalmente.