Hay gente inocente en el Cereso de Acapulco

Agentes ministeriales, fabricantes de delincuentes

*Después de más de seis años, le dijeron a Carlos Neftalí: “Disculpe usted, eso es todo”
*Fue torturado para declararse culpable del homicidio de un irlandés, en el año 2000
*También lo torturaron y amenazaron para que señalara a otro, culpable de secuestro

Arturo Parra Ochoa
Acapulco, Gro., 25 de febrero de 2006.- “Disculpe usted… eso es todo”, le dijeron al salir del Cereso de Acapulco a Carlos Neftalí Domínguez Chela, de 24 años de edad, luego de permanecer recluido durante seis años y un mes, por el delito de homicidio en contra de un extranjero, el cual, se comprobó, no cometió.
“Gracias a Dios estoy libre, pero quiero denunciar a quienes me detuvieron, me torturaron y me obligaron a declararme culpable, y a quienes sabían que yo era inocente pero me acusaron y me sentenciaron, sin dejarme aportar las pruebas necesarias para demostrar mi inocencia”.
Concretamente señaló a los policías judiciales (ahora ministeriales) Raúl Marino Alarcón, Antonio Calderón Medina y José Luis Felipe Rodríguez, así como uno al que le dicen “El Chinto”. Además, a David García Muñoz y Adolfo Vanmeter Roque, quienes en enero del año 2000 se desempeñaban como titular de la agencia del MP en Barrios Históricos y juez quinto penal, respectivamente.
El verdadero asesino del irlandés Eughan Cranley, fue Antonio Espinoza Palma, alias “El Palma”, actualmente interno del Cereso, quien tiene un pariente que es comandante de la Policía Ministerial del Estado, José Arizmendi López, por el cual se supone que sus compañeros de corporación “le fabricaron” el delito de homicidio a otra persona, para evitar que El Palma resultara inculpado.
Pero para la sociedad guerrerense no es éste el primer caso (ni el último) que se conoce de fabricación de delincuentes a base de torturas por parte de agentes judiciales o ministeriales del estado. Hay denuncias pero no prosperan, y los torturadores siguen dentro de la corporación actuando impunemente.
El propio Carlos Neftalí, como en su oportunidad confesó Antonio Espinoza Palma su crimen, relata que en una ocasión fue obligado a señalar como culpable de secuestro a un individuo de nombre Luis, quien actualmente permanece recluido en el Cereso de Acapulco, pero es inocente.

El crimen, la confesión y las torturas

Hace cinco años, cuando casualmente cayó preso Antonio Espinoza Palma por el delito de robo, confesó también haberle dado muerte a un extranjero, el día 10 de enero del 2000, en la playa La Angosta, porque quiso abusar de él cuando le hacía el sexo oral por dinero.
Sin coacción alguna, ante la presencia judicial y de su defensor, el día primero de marzo del 2001, cuando rendía su declaración preparatoria en relación con un robo de auto cometido en agravio de la persona de Carlos Huerta García, El Palma confesó entre otras cosas que también había dado muerte a un irlandés en la playa La Angosta, un año atrás.
Declaró que había bajado a la playa porque no tenía dinero, y que el extranjero le ofreció pagarle por dejarse succionar el pene. Pero añadió que el gabacho quiso abusar sexualmente de él, por lo cual corrió y fue cuando el irlandés sacó una pistola, con la cual forcejearon hasta escucharse una detonación, y de ahí salió corriendo para abordar un taxi en la avenida Adolfo López Mateos.
El día viernes 14 de enero del 2000, aproximadamente a las 11:00 horas, llegaron al barrio de Petaquillas varios agentes de la entonces Policía Judicial del Estado, a bordo de un auto Jetta color negro, y sin mostrar ninguna orden de aprehensión detuvieron violentamente a Carlos Neftalí, para lo cual se introdujeron al domicilio particular de la señora Magda Adame Téllez, con quien trabajaba como chofer.
Domínguez Chela recuerda que luego de los golpes y los jaloneos, Raúl Marino, Antonio Calderón y José Luis Felipe, lo sacaron y lo introdujeron al auto, en presencia del también comandante judicial José Arizmendi López, y del que después supo era el verdadero asesino, Antonio Espinoza Palma.
Fue vendado de los ojos y atado de pies y manos, para luego trasladarlo a otro carro, y de ahí lo llevaron a un lugar subterráneo, donde lo torturaron física y mentalmente aproximadamente hasta las siete de la noche, sin llevarlo a ninguna representación social o agencia del Ministerio Público.
Recuerda que después de obligarlo a poner las huellas de sus dedos en un acta en blanco, porque se negó a firmar, finalmente fue presentado en los separos de la Policía Judicial del sector central, a las 12 de la noche, pero impidiéndole hacer llamadas por teléfono, sin comer ni tomar agua, y sin ir al baño.
“Me tenían como en un calabozo, secuestrado, incomunicado. De la golpiza que me dieron hasta me desmayé tres veces, me fracturaron el tabique nasal y la mano izquierda, que no pude mover durante seis meses. Mis costillas están astilladas de los golpes que me dieron.
“Ahí abajo donde me tenían, era una cárcel clandestina, bajaron una mesa y unas sillas, llegó una señorita y un joven que según eran del Ministerio Público, para tomarme mi declaración, y como dije que era inocente del crimen que me imputaban, los judiciales me volvieron a golpear delante de ellos, hasta que me obligaron a poner mis huellas”.
Después salieron con que una hora antes de su detención le habían practicado la prueba de rodizonato de sodio, la cual resultó positiva en ambas manos, y él no recuerda que le hayan practicado prueba alguna.
A las cinco de la mañana del sábado 15 de enero, lo sacaron nuevamente y lo golpearon, amenazándolo con que si decía algo en contra de los judiciales, el hermano de Espinoza Palma iba a matar a su familia, y también a él.
De ahí, aproximadamente a las siete de la mañana, fue trasladado al Cereso de Acapulco, y a partir de entonces se le dio curso a un proceso penal amañado, desde la agencia del Ministerio Público del fuero común de Barrios Históricos, hasta el Juzgado Quinto de lo Penal, cuando eran sus titulares David García Muñoz y Adolfo Vanmeter Roque, respectivamente.

¿Quién pagará por privarlo de su libertad?

Carlos Neftalí Domínguez, quien finalmente salió libre el día 10 de febrero del presente año, cuando fue absuelto por el actual juez quinto de lo penal, Heriberto Barenca Martínez, no sabe quién pagará por haberlo privado de su libertad durante más de seis años, sin haber cometido delito alguno.
“Yo soy inocente, y espero que ellos, quienes me inculparon, me torturaron y me metieron a la cárcel, tengan algún tipo de remordimiento, porque sabían que yo no era el asesino, pero gracias a Dios que salí libre”.
Acusa de haberlo torturado y obligado a declararse culpable, a los agentes ministeriales Raúl Marino, Antonio Calderón y José Luis Felipe. También señala como responsables de su detención al comandante José Arizmendi López y a uno que le apodan “El Chinto”. Por cierto que a Raúl Marino lo mataron de varios balazos cuando iba a San Marcos a cumplir una orden de aprehensión, hace aproximadamente tres años.
En sus declaraciones, según la causa penal 04-2/2000, los agentes ministeriales manifestaron que para detener a Carlos Neftalí no llevaban una orden de aprehensión, sino de presentación, y que el método de investigación utilizado para dar con el presunto homicida, fue solamente el de interrogatorio.
Domínguez Chela, dice por último sentirse arrepentido de que también fue utilizado para señalar como responsable de un secuestro a un individuo actualmente preso en el Cereso, el cual es inocente.
“Unos agentes judiciales, al mando de Raúl Marino alias El Patillas, en el año de 1996 me golpearon y me obligaron a ponerle el dedo a uno que se llama Luis, no recuerdo los apellidos porque realmente no lo conozco, él está sentenciado y sinceramente me arrepiento porque es inocente, pero a mí me obligaron”.